lunes, 12 de noviembre de 2012

La marcha del Orgullo en Buenos Aires convocó más de 100 mil personas


         
*Por María Florencia Actis, Observatorio de Medios con Perspectiva de Género, FPyCS, UNLP
             
              En la tarde del sábado, se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires una nueva edición de la Marcha del Orgullo Gay Lésbico Bisexual y Trans, concentrando alrededor de 100 mil personas en Plaza de Mayo, que hacia la noche se movilizaron hasta plaza de Los Dos Congresos.  Se produjo a 21 años de la realización de la primera Marcha el 2 de julio de 1992, encabezada por  Carlos Jáuregui y César Cigliutti, -actual titular de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).

                El evento no sólo consistió en la marcha, sino también se exhibió la llamada Feria  del Orgullo, en general con productos alusivos a la lucha LGTBI y feminista, y se contó con la presencia de diversos artistas como Lía Crucet, Kumbia Queers, Leo García, Celeste Carballo, entre otros/as. Participaron múltiples organizaciones sociales y colectivas LGTBI, además de partidos de izquierda, gremios y organismos estatales como el INADI, articulando luchas mediante la promulgación de diferentes consignas. Entre ellas, prevaleció la modificación de la ley Antidiscriminación, la derogación de los Códigos Contravencionales,  la declaración de la violencia de género y el aborto legal como problemáticas de emergencia  en las agendas públicas, el repudio al negocio de la trata de personas, a los crímenes de odio cometidos contra personas LGTBI, al racismo y la xenofobia.

                Además de la consigna matriz formal “Educación en la diversidad para crecer en igualdad”,  otra de importancia vertebral que erigió varios de los reclamos mencionados en el párrafo anterior, fue “Somos iguales y diferentes”, promovida por el INADI, por ser el título de una guía que confeccionaron para trabajar en las escuelas primarias las identidades de género y las sexualidades. 

                La premisa recupera y sintetiza, de algún modo, una vieja tensión al interior de la militancia LGTBI que divagó entre la visibilidad de las diferencias y el pedido de ensanchamiento de la normatividad/normalidad  para la inclusión; proponiendo la plena convivencia entre la igualdad de derechos  y el reconocimiento de las identidades disidentes.

            Lo que se palpito el sábado 10 de noviembre desde las 15 y hasta pasada la medianoche en el epicentro porteño fue la vuelta de aquel escénico escándalo de liberación, de desterritorialización de las costumbres, la metáfora de la fiesta del apogeo,del interminable festejo de la emergencia a la luz del día que retrata Néstor Perlongher en su ensayo La Desaparición de la Homosexualidad.  Piel, máscaras, purpurinas, lentejuelas, plumas, colores, disfraces no sólo fue parte de la propuesta estética de la movilización, sino contenido político en sí. El despliegue ornamental transitando las avenidas metropolitanas constituyó una demostración de existencia y resistencia de la diáspora de identidades posibles y deseantes, que para nada se van diluyendo en la vida social, sin llamar más la atención de nadie, o casi nadie.
               




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